☀☀☀ANARQUÍA TODO EL DÍA☀☀☀

domingo, 23 de septiembre de 2018

Quico Rivas. Una continua maquinación

Sudar tinta (autorretrato), 1998

“Mi relación con la pintura puede calificarse de muchas maneras menos crítica. Hace muchos años que renuncié a ejercer y, sobre todo, a hablar como crítico de arte. En el peor de los casos podría considerarme un crítico de arte silvestre[...] En el menor, preferiría considerarme, simplemente, un fan, es decir, un fanático de la pintura”. 
Quico Rivas, “Pasaje de la pintura”, Albert Oehlen, IVAM, Valencia, 1996


Quico Rivas. Una continua maquinación presenta una aproximación a la compleja figura de Francisco Rivas Romero Valdespino (1953-2008) y a su prolífica actividad intelectual. Crítico de arte, comisario de exposiciones, investigador, artista plástico, editor, anarquista, poeta… y sobre todo, agitador; Rivas fue un curioso insaciable que dedicó su vida a la creación y a la investigación en las artes plásticas, la literatura y la música, compaginándolo con la agitación política. Un gran maquinador que nunca dejó de generar polémica, pensamiento crítico y de posicionarse como amateur fan transgrediendo las relaciones con los ámbitos profesionales e institucionales. En la primera mitad de los años setenta, contribuye a dinamizar el paisaje cultural sevillano, y a finales de esa década y en la de los ochenta el de Madrid; en los años 90, y posteriormente, practica la deriva por diversas geografías a las que necesitaba retirarse cada cierto tiempo, por la saturación que le producía, en sus propias palabras “la presión de la actualidad”. Valencia, Formentor, Sevilla, Soller, la isla de La Palma o L’Escala fueron algunos de esos lugares desde los que siguió indagando, pintando y escribiendo poesía, narrativa o crítica; al igual que en Grazalema, donde pasó los veranos de su infancia y sus últimos años, y al que siempre consideró su pueblo. Sus continuas entradas y salidas en diferentes universos para re-encontrarse con el arte, con la vida, y ejercer la pasión y la insurrección -junto a colegas, amigos o colaboradores- fueron constantes. 


Équipo múltiple 1969
Conocido por sus escritos[1]más que por su obra pictórica,Rivas forma parte de la corriente de críticos que hacen de la crítica de arte un género literario. Pero quien en 1986 definiera la crítica como un “honesto ejercicio del oficio de ver”, decidió en sus últimos años retirarse y dedicarse casi por entero a la literatura y a la pintura, porque, como confesó en su última entrevista, “la crítica de arte da vergüenza ajena”[2].

La exposición invita a conocer su peculiar faceta de crítico a la par que despliega su obra plástica, de un potencial narrativo comparable a la capacidad visual de su escritura, haciendo posible su deseo de pasar de ser considerado un “pintor dominguero”, como él mismo se denominó durante años, a ser un “pintor a secas”[3]


Una heroína confederal, 2003

El recorrido se inicia con el trabajo que desarrolla junto a Juan Manuel Bonet, como artista con Equipo Múltiple y como crítico de arte (con solo 17 años) en las páginas del Correo de las Artesde ElCorreo de Andalucía,combinando “la agitación y la pedagogía”; asimismo, se muestran documentos que dan cuenta de su temprano activismo -milita en Acción Comunista- y de su labor en la gestión cultural -dirige, igualmente con Bonet, el Centro de Arte M-11. 

                                                                               
Su actividad la continúa en Madrid, ciudad a la que se traslada en 1976 y donde participa activamente en la denominada cultura transicional y setentera, y más tarde en La movida. En ese periodo escribe para numerosas publicaciones como el recién fundado diario El PaísPueblo(Sábado literario),Diario 16Artefacto(suplemento de Arteguía),BatikZikkurath,Revista de Occidente,Comercial de la pintura,La LunaCyan; publica sus primeros poemas en Separata,Diwan o La Bañera, y escribe crítica musicalenDisco Exprés. Forma el colectivo de crítica cultural de perfil situacionista MARGEN (de nuevo con Bonet), con el que participa enla campaña contra la Ley de peligrosidad social y colabora con el Colectivo de Presos en Lucha (COPEL). 


Las correctoras
, 1996

Amante de los bares y las tertulias, acude al emblemático bar libertario La Vaquería de la calle de la Libertad, y es asiduo de El Figón de Juanita y otros; como Rivas declara, Una de las ventajas de Madrid es la existencia de numerosos madrilesdiferentes. Yo encontré refugio en los ambientes gitanos y flamencos. Empecé a frecuentar locales increíbles como El Café del Burrero y El Café de Silverio, y a figuras como El Gallina, Morente, Pepe Habichuela. Era como recuperar una vieja pasión que durante algún tiempo había dejado de lado”[4].Más tarde, él mismo se haría promotor de bares como el Cuatro Rosas,con el grupo Gabinete Caligari (cuyo nombre inicial iba a ser Los tres calaveras y para el que Diego Lara diseñó el logotipo), o La Mala Fama,con Alberto García-Alix, Ana Curra y otros. 

Rivas emprende su actividad editorial en 1979 bajo el sello Francisco Rivas editor, con las secciones Libros de la Ventura, Cuadernos de la Aventura, Pliegos de la Desventura.Entre las publicaciones, La mocosita y el asesinocon ilustraciones de Ceesepe (en co-edición con la Galería Buades)Aprender a nadar de Carlos Alcolea;City Life, donde publica el texto “¡Pinte usted!”[5], un manifiesto sobre la pintura como la mejor de las terapias;y una colección de poesía.


El corrector XX
, 1995

Mantiene una continuada relación con la galería Buades y con los pintores que allí exponen, como los de la llamada Nueva figuración madrileña, el grupo Trama y otros, así como con muchos protagonistas de La movida, sobre quienes escribe numerosos textos para catálogos o algunas letras para canciones. Comisaría exposiciones representativas de una época: 1980 -un alegato a favor de la pintura-Su disco favorito -testimonio de su implicación con el mundo de la música-, Madrid,Madrid, Madrid -un intento de exponer la recuperación de Madrid como centro cultural entre 1974 y 1984, y Madrid-Vigo -un encuentro cultural de ambas ciudades.

El corrector XXVIII, 1996

Publica artículos en revistas varias, incluida una memorable entrevista a Camarón en El Europeoilustrada con fotografías de Alberto García-Alix, en 1991. En esa misma fecha inaugura su primera exposición individual, Invierno en Mallorca en el Café Malvarrosa de Valencia, en la que muestra dibujos sobre papel con un repertorio iconográfico como la horca, el camello o el dragón, en el que insistiría.Les siguen Farmacia de Guardiaen El Garit, Palma de Mallorca, donde expone collagesrealizados con cajas de medicamentos, y Para una teoría general del beso en El Caballo de Troya, en Madrid. 

Apasionado por los personajes extravagantes y malditos, investiga sobre escritores como César González Ruano[6], y recupera figuras olvidadas como el poeta, sablista y anarquista malagueño Pedro Luis de Gálvez, cuya biografía comienza a escribir alrededor de 1993 si bien se publicaría a título póstumo[7]. Sobre uno de los manuscritos realiza la serie Los Correctores,unos 200 collagesorganizados por columnas, comandos y escuadrillas con explícita referencia a las milicias populares de la Federación Anarquista Ibérica (FAI).Otro de los personajes por el que se apasiona es Alberto Greco -del que comisarió una excelente exposición en el IVAM- miembro del informalismo argentino y artista que influyó en el conceptual español con su arte vivo o “la aventura de lo real”, como él lo llamaba. En la década del 90 comisaría otras exposiciones,siempre asociadas a rigurosas investigaciones: Corona roja. Sobre el volcánAlbertOehlen, artista con quien coincide en su estancia en la isla de La Palma; Manolo Quejido. Pintar, Pensar, 33 años de resistencia, unacelebración de “50 años de resistencia civil y 33 años oficiando en la pintura, o quizá, 50 años de irritación y 33 años pintando en resistencia”, en palabras de Rivas.  


Los camellos de Grazalema (after Alonso Gil)
, 1992

En 1998, su casa de Los Molinos en la Sierra de Madrid se incendia y gran parte de su pinacoteca, biblioteca, cientos de carpetas con textos, recortes de prensa y dibujos desaparecen en las llamas, si bien algunos documentos son rescatados de las cenizas; entre otros, un borrador de su novela inédita Lo que dura una cancióno los textos referentes a la Historia de un pincel, protagonizada por Calcosam, un personaje cuya “desordenada curiosidad no conoce moldes ni límites”, a semejanza de su creador.

Ese mismo año funda junto a un grupo de artistas e intelectuales el colectivo anarcofuturista Refractor, y en el numero 1 del periódico del mismo nombre se publica La idea es la acción, el manifiesto de los “refractarios”firmado por el director provisional Víctor Nero. Desde un inicio organizan los Salones refractarios, en bares o galerías, con fines recaudatorios para sufragar exposiciones, publicaciones y eventos, también en apoyo de los presos anarquistas; la gran cantidad de material gráfico que producían se disponía junto a obras variopintas de un sinfín de artistas y creadores simpatizantes con las ideas ácratas. Se publicarían siete números de Refractor[8], al que le seguirían otras tres publicaciones “refractarias“: La InfiltraciónB de AnarquíaLa Escoria[9].

After Campano, 1998

La cárcel, un tema sobre el que siempre investigó, culminó en el proyecto expositivo Las otras galerías. La cárcel y las bellas artes en la época moderna, realizado en colaboración con su amigo el arquitecto Rafael Zarza, para el Museo Extremeño e Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC), ubicado en un edificio panóptico, antiguo penal de Badajoz. Pese a que el proyecto se introduce en 2003 en el stand del MEIAC en ARCO, nunca llegó a exponerse. Para el monográfico “Literaturas a la sombra”,la revista Vacaciones en Poloniaha recuperado el material y editado un cartel que se presenta en la exposición junto a una variada documentación que Quico Rivas compiló y elaboró sobre el asunto de la cárcel a lo largo de su vida[10].

Militante en la CNT desde 1977, Rivas realiza varios eventos en Sevilla en apoyo de las reivindicaciones de derechos de los trabajadores, como Basurarte en 2003, en solidaridad con los basureros de Tomares; yposteriormenteEl Salón del Carbón,una subasta de más de doscientas obras donadas por artistas cuyos beneficios irían a parar a la caja de resistencia de la CNT para sostener la lucha de los trabajadores de AUSSA (sociedad mercantil de gestión de aparcamientos públicos).


Autorretrato de Jean Cocteau, 2004

Acusado inapropiadamente de ser poco amigo del trabajo, Rivas no cesó de trabajar desde su juventud,pero como decía: “Yo mismo cultivé la leyenda de mi mala fama, que es la única fama respetable”. Viajaba con un kitcon tijeras, pegamento en barra, rotuladores o cajita de acuarelas -no en vano su obra es de pequeño formato-, y por supuesto cargado de libros. Durante años consideró la pintura una “actividad complementaria, un hobbyestimulante y terapéutico”, y por eso no dudaba en autodenominarse pintor dominguero. Reivindicó la figura del pintor de caballete, y así tituló dos de sus exposiciones: Reivindicación del caballeteen Linterna Jazz Café, Valencia, y en Galería Cruce, Madrid, a principios de la década del 2000. 

El crítico huevón (autorretrato)

Rivas no se esconde tras sus dibujos, muy al contrario, se “expone” (valga la redundancia) en ellos, igual que se retrata, de algún modo, en las descripciones de los artistas de los que escribe. Humor (bastante negro), juego, amor, dolor, pasiones y adicciones salen a relucir en su obra plástica, a veces conformando series que desarrolla durante años. Los títulos, siempre rotundos e irónicos, hablan sobre su momento vital: Farmacia de guardia (1988- 1991), El huésped (1991),La bestia (1992),La mudanza permanente (1991-2000), El moco negro(1995), Sentar la cabeza (1996-2000), Sweet Home(1999- 2001), Las 1001 noches de hotel (2002-2005),Un héroe confederal(2003-2005), Caravana de camellos (2004),Cárcel de mujeres(2004-2005), Opio (2005-2008) o Sister Morphine (2006-2008). 

Del año 2000 al 2008 realiza once exposiciones individuales; en la última de ellas, Before the Poison, en Sevilla y coincidiendo con la celebración de su 55 cumpleaños y fiesta de despedida, Rivas enseña una serie de dibujos y cuadros de sensibilidad poética y apasionada temática, con tintas elaboradas a partir de pétalos de las flores recogidas en sus paseos por la Ribera del Gaidóvar, en Grazalema, a donde se había retirado. 

Oteiza, 2003

Los cuadros, dibujos y collages que se muestran, realizados a lo largo de cuatro décadas, así como los documentos de las variadas actividades que ejerció en dichas décadas -periódicos, fotografías, carteles, diarios, revistas, catálogos, libros, poesías, discos, novelasinéditas, cuadernos, manifiestos, cartas, audios, pasquines, películasy cortes de programas de TV de los que fue guionista-,pretenden visualizar la constante acción que mantuvo como crítico, poeta, pintor o agitador social este “fabricante de encuentros y situaciones”, como lo describiera su amigo Diego Carrasco. 


Quico Rivas. Una continua maquinación.

Espacio Santa Clara, Sevilla. Septiembre -  noviembre 2018

Quico Rivas y los pseudónimos que cultivó -Mateo, Francisco Jordán, El tramposo de Sevilla, Víctor Nero, Segundo Mateo- sabrán perdonar el atrevimiento de hacer una exposición con tan resumido recorrido, pero esta aventura no hubiese tenido lugar de no haber sido instigada por el propio Rivas, cuya excitante vida y obra merecen atender a su envite.


Esther Regueira con la colaboración de Mar Villaespesa 
Sevilla-Tarifa agosto 2018



[1]En los últimos años de su vida trabajó en Cómo escribir de pintura sin que se note, una compilación de textos sobre artistas que se publicó a título póstumo editado por Eva Rivas y José Luis Gallero, Árdora Ediciones, Madrid, 2011.
[2]Quico Rivas, “La crítica de arte da vergüenza ajena”, entrevista Alfredo Valenzuela. ABC,Sevilla, 25-5-08.
[3]En 2005 Rivas escribe: “La Neilson Gallery de Grazalema tiene el gusto de comunicarle que  representará en exclusiva la obra de Quico Rivas, que a partir de ahora deja de ser pintor dominguero para asumir la condición de pintor a secas”.

[4]Quico Rivas, “Lo que dura una canción”, conversación con José Luis Gallero en Sólo se vive una vez. Esplendor y ruina de la movida madrileña,Árdora Ediciones, Madrid, 1991.
[5]Esther Regueira trabajó con Quico Rivas en un proyecto de catálogo, titulado ¡Pinte usted!, que recopilaba su obra plástica, pero por diferentes circunstancias no se llegó a concluir. Esta exposición y la publicación que se editará con motivo de la misma tiene su origen en dicho proyecto.

[6]César González Ruano, Poesía, prólogo, selección, y notas de Francisco Rivas, Editorial Trieste, Madrid, 1983.
[7]Francisco Rivas, Reivindicación de D. Pedro Luis de Gálvez a través de sus úlceras, sables y sonetos, Editorial Zut, Sevilla, 2014.
[8]Parte del archivo denominado Refractor Q/ZRZ (en referencia a Rivas y a Zarza) está depositado en el Centro Europeo para la Difusión de las Ciencias Sociales, Universidad de Alcalá de Henares, bajo la atenta custodia del historiador y “refractario” Emilio Sola.
[9]Su pasión por las publicaciones, en especial relacionadas con la agitación sociocultural, se manifiesta también en otras que emprende ya a principios del nuevo siglo: codirige los tres números del periódico El Plante, editado con motivo de la exposición de Federico Guzmán Matitas Divinasen el CAAC de Sevilla.
[10]Raj Kuter, otro de los “refractarios”, igualmente custodia, además de materiales del Refractor, parte del archivo sobre la cárcel. Y en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía está depositado el Archivo Quico Rivas, que contiene un gran número de carpetas con documentos de estos proyectos, así como de otros.

domingo, 8 de junio de 2008

¡¡¡LARGA VIDA AL CAMARADA RIVAS!!!


Quico Rivas durante la huelga de hambre por los basureros de Tomares. Foto: Jessica Murray.


Barcelona, febrero 2003. Foto: Marcder.

☀☀☀ elegía y brindis dEL SOL NEGRO☀☀☀
El pasado 29 de mayo, en una azotea de la judería sevillana, Quico Rivas congregó a un montón de amigos como una suerte de comité peninsular festivo para celebrar en principio los 55 años que dejaba atrás y los 10 siguientes por los que brindamos esa noche encendida con una maravillosa exposición donde reunió los últimos cuadros que había estado pintando entre el otoño y la primavera, una serie que tituló BEFORE THE POISON; pero también su retirada de la crítica de arte (“la crítica de arte hoy da vergüenza ajena”, dejaba dicho días antes en un periódico) y su vuelta definitiva a la sierra bandolera de Grazalema, donde tenía su guarida. Nadie sabía que la alegría que se desparramaba esa noche sobre Sevilla iba a convertirse dos días después en punch, noqueo y luego en pena honda. Una llamada de La Carbonería, enclave de todos los refractarios en Sevilla, comunicaba su muerte. Apenas de regreso dejábamos los macutos, cargados los traíamos de maldades que habíamos allí urdido con él, inagotable batallador de rebeldías (vitales, artísticas), el Víctor Nero o Segundo Mateo, como venía firmando sus incendiarias diatribas contra toda impostura, todo poder, el Quico. Él mismo nos matizó un número 5 de V.P. y a nuestro loco motor de utopía le puso una consecuente mecha dinamitera... ¡Pero qué cabrón, si es que ya se lo olía, darnos una fiesta y al día siguiente, con la más elegante sonrisa –y deslumbrante camisa rosa puñeta–, irse a morir a la sierra gaditana! No sabía con certeza del momento, pero como se había bebido tempranamente la vida de un solo trago –que fueron muchos, tantas las movidas en las que se implicó– y éste le había dejado mella, por si acaso, quería que brindásemos todos con él una vez más. Antesdeayer mismo, todavía su cascado pero combativo cuerpo agitado en su –parecía que– imparable ir y venir, un pletórico Quico (dentro de su entusiasmo siempre blindado) tras la resaca de la fiesta, bitter en mano, me animaba a retomar aquello de los CORAZONES BLINDADOS como nombre para la banda del Rag Cuter. Pero ahí yo tenía claro que no me iba a dejar liar, que la banda sería la de los CORAZONES IRACUNDOS. Y, una de esas raras veces, Quico no contradijo, sino que sonrió saboreando la idea; y quiero pensar que porque le empezaba a sonar bien. ¡Joder, y se va a quedar sin escuchar esta rara música, él, que fue de los pocos que sinceramente la apreció! (o esa impresión me dio siempre, cuando me preguntaba en qué sonoridades andábamos metidos. Porque no sólo tenía criterio para el arte, la escritura y la anarquía, también era una fuente inagotable de referencias musicales, y cuando lo conocí, la primera sorpresa fue el ponernos a hablar del loquísimo Dr. Eugene Chadbourne, de cuya existencia apenas muy pocos sabían). Aun con un corazón blindado lo tenía tan acojonantemente generoso y rabioso como sólo un verdadero anarquista –alguien para quien definitivamente vida y arte son una y la misma cosa que sólo en la lucha cobra sentido– puede tener. Quico Rivas, que fue hasta hace tan solo unas horas el tronco con la tela más lisa que he conocido, tenía a otro Quico, éste guerrillero, el Sabatés como su modelo, o más bien su inspiración, y se definía como anarquista individualista de estirpe stirneriana, y también últimamente como anarco-futurista: esto quería decir que siempre con la experiencia pasada miraba para alante, pisando firme con sus botas de punta, dispuesto a romperle las pelotas a cualquiera que se atreviera a cortar el paso a los refractarios que gustábamos de andar a su lado, haciendo frente al estado de mentira imperante que Quico Rivas, con imaginación potente y lucidez inequívoca se empleó en destruir de mil maneras, indisolublemente unidos ludismo y rigor en la fiesta radical. Empeñados los refractarios en la independencia a ultranza y la propia soberanía, el Nero o el Segundo Mateo nos vino a infiltrar a muchos una bomba orsini en el corazón, desde que aquel Refractor, entonces Polizón, echara a bogar bajo su timón y un único compromiso: con la no servidumbre. NON SERVIAM fue, es, principal consigna refractaria. Sabedor de la caña con la que había vivido sus 55 años, el Quico Rivas se daba de plazo justamente otros diez para seguir alimentando la hoguera. Pero sólo llegó a ver dos soles y dos lunas más. En la noche giramos y el fuego nos consume. El Q. ardió como se debía a sí mismo, tal vez a sus amigos, a sus enemigos. Ahí queda resumido todo arte, como verdadero movimiento, asunto de situaciones y traslados, no encapsulado en la receta de una ideología y una estética cualesquiera. Sin más chapa: en compañía de gente como el Rivas la Vida siempre viene con mayúscula encendida. Quico no te enseñaba cómo hacer –o bien te enseñaba Nada–, no daba consejos, lanzaba anzuelos, empujaba, refractario también al inmovilismo. Durante una década larga, esporádicamente, cada vez que saltaba la chispa refractaria, compartí con este pirata no pocos saraos, arriesgadas empresas político-artísticas, muchas de ellas en verdad suicidas, y también conversas de palabras justas –o ajustadas, pues el Quico se zafaba siempre que la cosa empezaba a irse por las ramas–, y memorables brindis... junto con el Alí Calabrés, el Butrón, aquella GRRR (Guerrilla Teatral Refractaria), la Campanilla, los Lira, la brigada ZRZ... la Sueña –o la Susana, como él la llamaba–, y más que nos juntábamos para la acción anarco-artística, y sobre todo para festejar, a contracorriente y contrarreloj. Jamás hubo que rendir cuentas. Únicamente había afinidad, no una causa: ANTE EL ECLIPSE DE LA LUCHA DE CLASES, MUCHAS CLASES DE LUCHA. El Nero ha sido también el as de la consigna. Consigna extrema, sin vuelta de hoja ni vuelta atrás, A POR EL TODO, y sin esperar a nadie, NO PODEMOS ARRASTAR ELEMENTOS INDECISOS. Porque la del Quico Rivas ha sido hasta ayer por la noche una vida peligrosa con –y por causa de– la verdad por delante y sin sponsors –como dice María Vela Zanetti, esa verdad, incómodo empeño, que no se dice en los corros de la patata cultural, y que el Quico ha dicho allá donde fuese y molestara a quien molestase–; vida sedienta, sin otro empeño que vivir animadamente, con honestidad hasta donde fuera. Por eso, Calavera no llora. Los refractarios somos los Negros de la Nada, escribía Víctor Nero-Quico Rivas. Nosotros mismos, muchas veces, nos hemos borrado de los mapas. Pero jamás hemos sido vencidos. Nunca firmaremos la paz. Nadie logrará barrernos de la faz de la tierra. Las cenizas del camarada Segundo Mateo, el camarada Marc ha propuesto meterlas en una de las bombas Orsini que el propio Quico le alentara a replicar. Pero allá dentro, blindadas por don Felice Orsini, maestro de dinamiteros, no habrá otra ceniza que la que sea semilla, abone el campo naturalmente –de batalla– y venga un buen día a explotar. Y así. Nadie es indispensable, pero todos somos insustituibles. Basta de moderación. ¡ANARQUÍA TODOS LOS DÍAS! ¡LARGA VIDA AL CAMARADA RIVAS!, como gritaban el Loncho y el Guzmán desde Triana. ¡A POR EL TODO! Nos vemos en las azoteas, francotiradores lúdicos, libertarios sin fin de uno y otro pelaje. La fiesta y la lucha no han hecho sino empezar... y CADA CORAZÓN, UN ENCENDIDO CARBÓN.
¡Hasta ahora, Kiko, anarcoalquimista de la pluma, el pincel y la mecha!
¡SALUD, REFRACTARIOS!
Raj Kuter, en un eclipsado Titán, a 1 de junio de 2008.


Segundo Mateo.



Quico Rivas pintado al óleo por Alonso Gil, 2008.

BEFORE THE POISON


¡LARGA VIDA A QUICO RIVAS!

Hace una semana, el 29 de mayo de 2008, ultimábamos los preparativos de la “fiesta chourrum” de Quico Rivas en casa de los amigos Carmen y Emilio. BEFORE THE POISON es el título de la exposición de sus últimos cuadros, dibujos delicados y vivos pintados con extractos de pétalos de flores silvestres que recogía en su paseos por la ribera del Gaidovar en Grazalema.
Y de la fiesta con la que celebramos los 55 años de su no parar y su retirada de la crítica de arte (“la crítica de arte hoy da vergüenza ajena”, dijo en su última entrevista). Acudieron casi todos, familia y amigos, personas con quienes él compartió ideales, luchas, discusiones, silencios, revoluciones, drogas, barras de bares o paseos por el campo. Su rostro trasmitía felicidad por la respuesta a su convocatoria en esa hermosa noche sevillana. “Nadie sabía que la alegría que se desparramaba esa noche sobre Sevilla iba a convertirse dos días después en punch, noqueo y luego en pena honda”, escribió Raj Kuter, su camarada refractario, en el texto que repartió el lunes 2 de junio, cuando amigos y familiares decíamos un emocionado HASTA SIEMPRE a uno de los grandes pensadores que ha dado el sur en los últimos tiempos, Quico Rivas.

Aristócrata obrero de los pinceles y las palabras, crítico de arte, comisario de exposiciones, maestro de la agitación, anarquista infatigable, activista desde su más tierna juventud y curioso desmesurado, Rivas fue testigo activo de los movimientos culturales y dinamizador de los contraculturales sucedidos en las últimas cuatro décadas en Andalucía y Madrid … esto y muchísimo más. Arte, política, música, historia, botánica, flamenco y un largo etcétera eran, entre otros, algunos de los intereses de esta enciclopedia andante, que siempre ofreció sus conocimientos generosamente a los curiosos que a él nos acercamos. Y aunque muchos han usado y abusado de ellos, incluso maltratado su fuente y su archivo, otros agradecemos todas y cada una de sus declaraciones de camaradería.

Escritor excepcional, capaz de capturar alma y gestos, de evocar y provocar situaciones de lo más variopintas, de contagiar ideales con sus escritos, -incluso cuando escribía de arte-, Rivas, como dice María Vela en el tríptico editado con motivo de BEFORE THE POISON, escribía para decir la verdad llameante y vivía para sufrir las consecuencias. Siempre ofreció lo que se esperaba de él: disloque y honestidad, silencios cargados de ideas, provocaciones y envites difíciles de lidiar. “Quicón sufí, pájaro pinto que se posa en el tendido eléctrico de nuestros pensamientos y cortocircuita cabezas chamuscadas” escriben sus amigos Federico Guzmán y Alonso Gil.
Nunca he conocido a nadie que se entregara tan por entero a su vocación, que supiera de manera tan excluyente lo que quería, ni que defendiera con tanta vehemencia, plasticidad y cariño aquello y a aquellos en los que creía.

Con gesto cansado pero elegante sonrisa se despidió feliz y agradecido de los que asistimos a su convocatoria el jueves, y se retiró a su casa de Grazalema, tierra de maquis en la que pasó los veranos de su infancia.
Y allí, cuando saboreaba la resaca de su fiesta, su cuerpo castigado le jugó una mala pasada. Sabíamos que esto pasaría, pero no que sería tan repentino… Faltó tiempo…

¡Con el ruido que hiciste en vida, te has retirado tan silenciosamente!.

Gracias amigo Quico, nos has regalado mucho: intensas vivencias, ideas, reflexiones, un tremendo saco de emociones y muchos proyectos en marcha que intentaremos llevar a buen puerto siguiendo tus indicaciones… ¡Tú siempre mandando!

Tendremos Quico Rivas para rato, lo tendremos After the Poison, para siempre. Con cariño.

Esther Regueira
Sevilla, jueves 5 de junio de 2008

Opio verde

Pier Paolo Pasolini

Evict The Rich


QUICO RIVAS ESTÁ QUE ARDE


El confía en que retirándose apagará el fuego de su bondadosísimo y rebosante corazón. Hace años soñó que su biblioteca ardía; desde entonces busca lugares con un índice de pluviosidad exagerado para moderar esa tendencia suya al incendio. Que durante todos estos años su grito de guerra haya sido
Quico Rivas está que arde.

El confía en que retirándose apagará el fuego de su bondadosísimo y rebosante corazón. Hace años soñó que su biblioteca ardía; desde entonces busca lugares con un índice de pluviosidad exagerado para moderar esa tendencia suya al incendio . Que durante todos
estos años su grito de guerra haya sido “¡A la hoguera¡” ha dejado en su hondo estilo de escritor emboscado una elegancia cenicienta, casi cuaresmal, infinitamente alegre por suicida; ¡total, ya nada es urgente! Con la santa irritación propia de toda persona que se toma su tiempo para pensar en cómo pasar esta vida sin agachar la cabeza, sin despilfarrarla en medias verdades y en secas ideologías, sus papeles, sus escritos volanderos, siempre se me aparecen a mi chamuscados por los bordes, abarquillados como galletas crujientes y reparadoras. Su lema podría ser aquel verso de Quevedo que recuerdo yo más o menos así, “nadar sabe mi llama el agua fría, y perder el respeto a ley severa” No me extraña que escriba para decir la verdad llameante y que viva para sufrir las consecuencias. abrasadoras. Ha tenido, y tiene mucho peligro Quico Rivas porque es arriesgado decir la verdad y no tener sponsor que paguen por tan incómodo empeño. Y la verdad, dicho sea de paso, no se dice en los corros de la patata cultural, me refiero a esa verdad que nos calienta irremediablemente y nos despoja de toda moderación, sino en las calles y en los bares, desgañitándose Esta peligrosa vida de Quico no le ha convertido en un canalla satinado, personaje tan corriente en nuestra boba sociedad de consumo. ¡Qué va! ¿Consumo? Nadie sabe como él qué es consumirse en un verbo, morderse las uñas, apretar el paso de madrugada, llegar a casa y escribirlo casi todo. Me cuenta ahora que a sus cincuenta y cinco años lo deja. Pero él no deja nada como no deja a las incontables mujeres que quiere y que le adoran, sino que acumula: libros, resacas, puñaladas, causas, casas, hijos, imitadores y amigos. En ese animado panteón él sigue echando leña al fuego de su leyenda.

María Vela Zanetti

Amapola blanca

Dama


La soga dorada



Entrevista en ABC de Sevilla 25.05.08



http://www.neilsongallery.com/


Segundo Mateo en la fundación del G.A.T.A., Ampurdá 2001.

Comité Peninsular Intergaláctico del G.A.T.A.

Poliédrico Quico



Quico en La Carbonería, Sevilla 2008.

En Grazalema, camino de Before The Poison.



Boda de Alipio y Rocío, Medina Sidonia 2008.


¡¡¡SALUD Y ANARQUÍA TODOS LOS DÍAS!!!

domingo, 1 de junio de 2008

In Memoriam Quico Rivas

Para nuestro gran hermano y camarada Quico que nos dejó ayer.
Con todo el cariño de sus amigos.


Quico se despidió con una mágnifica exposición y fiesta en casa de Carmen Anula el jueves acompañado de todos sus amigos. Reproducimos el texto "Hermana Morfina" del folleto de la exposición.


HERMANA MORFINA

Quicón sufí, pájaro pinto que se posa en el tendido eléctrico de nuestros pensamientos y cortocircuita cabezas chamuscadas. Goloso pájaro Quico de parco pico de oro entra por la ventana y sale por la chimenea. La Hermana Morfina canta en la radio del alquimista e imprevisibles dragones chamánicos despojados de su caparazón mágico se revuelven en un jardín de flores prohibidas. Sus pétalos desteñidos y los hongos de la humedad materializados en un gesto pintan de néctar embriagante el vademécum de los sueños. Antes del veneno, pintura como fármaco.

La ensoñación aparece en las noches de cristal donde el estupor quiquiano borra los límites entre despierto y durmiente. Es algo tan insólito como estar soñando despierto, en una alfombra voladora sobre un punto intermedio, donde percibir e imaginar dejan de ser procesos separados. Como explica Quico, la adormidera, desde siempre símbolo del sueño y el olvido, tiene además la propiedad de estirar el tiempo hasta el infinito; no el tiempo de los relojes, sino el que es enteramente posesión del hombre, a la vez presente y ausente. Es el mayor de los lujos: tener un tiempo propio.

Pintura desnuda y rápida como un relámpago, como un cuerpo a cuerpo entre marcianos anarquistas con careta de soldar y el poder desnudo de los ricos, repentinamente descubierto en su fuerza brutal y su debilidad. Praxis dominguera, momento sublime en el que la complejidad del mundo se hace tangible, cristalina y al alcance de todos. En su cincuentaycinco aniversario Quico Rivas cumple sus deseos como en otras revueltas exitosas: la de los basureros, la grua municipal, los piratas del Guadalquivir y promesas para el futuro de iconoclastas, infiltrados y huelgas salvajes. Llega la primavera, el Ave Fénix vuela sobre las azoteas de la judería… ¡ANARQUÍA TODOS LOS DÍAS!¡LARGA VIDA AL CAMARADA RIVAS!

Alonso Gil y Federico Guzmán
Triana, 2008.




Radio derecho.
Comentarios a Ni en la vida, ni en la muerte sobre Quico Rivas y la pintura de paisajes.
Pedro G. Romero



Silverio Lanza escribía al doctor Farreras, en Barcelona: “A mi vuelta a Madrid, observe desde la ventanilla del tren como un artista de la pintura, intentaba retratarnos, apostado en un idílico paisaje. Hasta ahora había visto aprendices de pintura que garabateaban en un cuaderno los campos que nos ofrecía la ventanilla de nuestro coche. Algo esta cambiando entre los jóvenes practicantes de la pintura.” Farreras le respondía con un confuso informe sobre las noticias artísticas que llegaban de París. Destacaban dos detalles, el crítico más importante, Fénéon, y los más importantes artistas Signac, Pisarro, Seurat y Luce, simpatizaban con las ideas anarquistas y los pintores estaban abandonando la pintura al aire libre, pero no el retrato de paisajes: llevaban a su estudio guardados en su paleta todas las notas que les servían para construir, acotación tras acotación, sus iluminados paisajes.

Como en Viernes Santo en Castilla, el paisaje de Darío de Regoyos, en el que un tren atraviesa un puente a toda marcha mientras cruza bajo el mismo una lenta procesión religiosa, la anécdota de Lanza ayuda a enmarcar un tema crucial para las relaciones entre arte de vanguardia y anarquismo. Fénéon, el crítico de arte del simbolismo y el divisionismo, que fue acusado de volar con una bomba el café Terminus y presentó en París la primera exposición de artistas futuristas italianos, marcados aún por Los funerales del anarquista Galli o Impresiones del paisaje desde un tranvía, era el principal aval usado por el doctor Farreras. Fénéon fue un referente para los escritores anarquistas que participaron en el debate artístico, tan a menudo mal informados. Desde Pi y Margall hasta Anselmo Lorenzo o Federico Urales se tendía a asociar las ideas artísticas con el progreso social, constituyéndose casi en sinónimas las ideas de arte y progreso. Cuando el modernismo deja de ser novedad para convertirse en un decadente arte por el arte, los pensadores anarquistas rompen con él violentamente. Felipe Alaiz, por ejemplo, siguió estos debates en La Revista Blanca, debates que se repetirían con respecto a la estética vanguardista. Cuando en 1923 Federica Montseny ataca duramente al Futurismo desde las páginas de La Revista Blanca, la posición de Alaiz es muy distinta. Primero porque desde su relación con Gabriel Alomar, que publicó su Futurisme en 1903 y precisamente en La Revista Blanca -y quizás por la homonimia futurista-, había recibido con optimismo todas las nuevas corrientes estéticas que llegaban desde Europa, y segundo porque su amistad con el artista uruguayo Rafael Barradas le mantenía cercano a las evoluciones plásticas más vanguardistas, proximidad que siempre hace el conocimiento. Federica Montseny, en cambio, tildo los paisajes de Salvador Dalí como “decadentes adefesios, hijos de la miseria de pensamiento, un insulto para los campesinos y también para los obreros, que gustan de añorar el campo de otra forma”. Estas peculiaridades, Felipe Alaiz las mantiene durante toda su vida y siguen presentes cuando publica en 1947 su cuaderno Arte accesible.

Estas palabras solo nos sirven para hablar de unas curiosas pinturas de Quico Rivas, nieto de Don Francisco Rivas y Jordán de Urríes a quién el propio Barradas caricaturizó en 1915, pero antes una nota más de Felipe Alaiz. En el mencionado Arte accesible, un panfleto divulgativo de 1947 escribe esto: “Un cuadro puede tener valor en pesetas o en dólares. Esto es evidente porque el cuadro se vende. Si el cuadro se pignora por diez mil pesetas y es un paisaje, un huerto que solo vale dos mil en el mercado corriente, ¿qué podemos pensar del mercado de huertos y el mercado de cuadros? Podemos pensar que es una cosa convencional y que los cuadros y los huertos no habían de venderse, como tampoco habían de venderse los hijos, aunque a veces se vendan los hijos, los cuadros y los huertos”; antes había llegado a exclamar melodramáticamente: “¡Qué nunca un paisaje se venda por valor superior a la tierra que retrata!”.

La propuesta de Quico Rivas sobre pintura al aire libre parte del siguiente relato: “Reivindicación del caballete. Se trata de unas 20 obras del mismo formato y factura semejante, empezadas en Mallorca en 1991 y terminadas en Madrid durante este verano del 2001. He dudado mucho como redactar la ficha técnica, finalmente me he decidido por: “Óleo y collage sobre paleta de pintor”. Me explico: el soporte son paletas de esas de quita y pon de papel graso, usadas por pintores profesionales y recicladas por mí. Aunque empleo algo de collage en algunas piezas, el material básico es el óleo, tanto los pegotes dejados por los pintores que las usaron, como algunos motivos que un pintor de caballete pintó siguiendo mis indicaciones. Yo mismo también me he permitido intervenir con óleo en algunas de las piezas. Ni los pintores propietarios que me cedieron las paletas ni el pintor contratado por mí tienen mucha importancia en el asunto. A este último me limito a mencionarlo en los créditos. Si la tienen, en cambio, los pintores a los que están dedicados algunas de las obras. Entre ellos: Caspar David Friedrich, Arroyo, Le Gac y algunos otros héroes anónimos de la pintura al aire libre. El principal de ellos, al que dedico 9 obras, es Joaquín Mir. La serie se llama Mir en Mallorca y se inspira en dos hechos diferentes. El primero es que la marca Mir de colores al óleo era la más utilizada por los pintores que me cedieron sus paletas. Creo que es de las más baratas. El segundo es que yo los empecé en Soller, muy cerca del Torrent de Pareis, un torrente agreste y difícilmente transitable donde Mir enloqueció intentando pintar la luz de Mallorca. La historia es bonita y terrible. Mir y Rusiñol llegaron a Mallorca en 1899. Venían de París donde habían estudiado y asimilado las recetas impresionistas y postimpresionistas, sobre todo en contacto con Degouve de Nuncqués, un pintor de filiación simbolista y origen francobelga. Los dos amigos, brillantes, jovenes y dotados, fueron los dos primeros pintores que arribaron a la paradisiaca isla de leyenda con el firme propósito de pintarla con una visión luminosa y moderna. Pero la cosa no resultó tan fácil. La fuerte luz del mediterráneo era cegadora, les deslumbraba. Mir, para colmo, escogió los parajes más abruptos y sobrecogedores de la isla, la sierra de la Calobra (culebra en mallorquín) y el citado Torrent de Pareix. Tras largos días de trabajo solitario por los peñascos, Mir empezó a deprimirse ante la falta de resultados. En el libro de recuerdos sobre su padre, la hija de Rusiñol recuerda como golpeaba con los puños los lienzos recién pintados al grito de “¡No es esto! ¡No es esto!”. Se dio a la bebida y se peleó con sus amigos, con los que se mostraba cada día más huraño y pendenciero. Enloquecía a ojos vista. Un buen día, abandonó la casa y se fue a vivir solo, como un salvaje, a los parajes que pintaba, entre los riscos. Tras varios días sin noticias, lo buscaron y lo encontraron medio muerto, despeñado y descalabrado en el fondo de un precipicio. Sobrevivió de puro milagro. Estuvo internado en un hospital y luego, durante más de un año en un psiquiátrico en la Costa Brava. Tardó muchos años en volver a Mallorca, si es que volvió. Los cuadros que pintó durante su año mallorquín, inexplicablemente muy poco conocidos, son muy hermosos, paisajes casi psicodélicos, muchísimo mejores que todo lo que pintó luego, al salir del manicomio. El mejor de estos cuadros mallorquines era el que perteneció a Greta Garbo y durante años colgó de una de las mejores paredes de su salón. Cesar González Ruano, en su libro Nuevo descubrimiento del Mediterráneo, hablando de Mallorca, a la que mientras viví dediqué un homenaje titulado Mallhorca, hace una curiosa apostilla sobre la pintura: Lo grandioso de este paisaje -dice- es de un serio peligro para la pintura. Yo pondría en todos los lugares más bellos de Mallorca grandes letreros que advirtieran: ¡Cuidado con la pintura!”.

Veamos, comparemos con un largo fragmento del desbordante texto –bendito sea el exceso- Quae lucis miseris tam dira Cupido, que Miguel Ángel García Rodríguez dedicó a Seurat: “La obra de Sapek ha desaparecido, pero no es invisible: la paleta de Seurat me parece su perfecta y oscura «demostración», y la única, además, que yo pudiera intentar aquí. Ante ella todas las fumisterías de Fénéon se vuelven huecas. «Dites, monsieur?», le preguntó un campesino a un pintor empeñado en representar un paisaje del natural mientras movía el pincel entre su paleta y el lienzo en un vaivén frenético: «C’est t’y que vous prenez de la couleur là pour l’amener ici, ou bien que vous en prenez ici pour l’amener là?». Ante esta impresionante paleta, perfecta, ordenada, limpia, tabla de la ley de sus colores y tabla de lavar de su pintura, yo no sabría deciros si Seurat pintó el mar, esto es: si cogió pintura de su paleta y la depositó en el lienzo, o si, febril y temblorosamente, cogió mar y lo puso en la paleta... Paleta marina... Dicen que fue su primera estancia en Honfleur la que terminó por ordenar los colores de su paleta. No saben lo acertados que están... Mirad por un momento este «óleo sobre tabla de lavar» de Seurat: su piel detournée de un conejo desollado, porque no me parece improbable que esta paleta, talismán que asombró a sus amigos, le haya provocado delirios ornamentales como los que causa la fiebre. En 1877, Henry Meilhac y Ludovic Halévy lo habían presentido caricaturizando los cuadros impresionistas. La historia es sencilla: el pintor Marignan concibe un «tableau à deux fins» pintado con una banda roja y una banda azul. «Sí... Mirad de este lado... (mostrando la banda azul) Es el mar, el mar inmenso... (mostrando la banda roja) iluminado por un magnífico crepúsculo... Girad ahora el cuadro del otro lado... (ayudado por Michu y mostrando la banda roja) Es el desierto... las ardientes arenas del desierto... y encima (mostrando la banda azul), el azul del cielo.» Mirad también vosotros —si queréis apurar esta última copa— esa condensación de pintura en la paleta de Seurat: desierto, mar, cielo, vacío... Mirad ese agujero donde los dedos de Seurat hurgaron un día, porque basta con dar la vuelta a la paleta para que figure un sol vacío, asténico, frío, y esos colores, los resplandores del agua... Este verdadero «agujero sobre una superficie» me trae el deprimente pero inevitable recuerdo de aquel dios que viera Artaud en la montaña de los Tarahumara: «Un hombre desnudo asomado a una gran ventana. Su cabeza era un gran agujero, una especie de cavidad circular en la que, sucesivamente, y según las horas, aparecían el sol o la luna...».”

En los dos, pintura de paisaje y locura, enfermedades contraídas por pasar demasiado tiempo a la intemperie. Un territorio nuevo para retratar. El paisaje como dibujo de miserias, sean estas religiosas o psicopatológicas. Pero, ¿cómo evidenciarlo ante la objetividad de los cuadros de Seurat? ¿Cómo no sospechar de las pruebas evidentes que nos ofrecen los artefactos de Quico Rivas? Si seguimos el ingenuismo de Alaiz, podemos pensar que en lo retratado todo es tasable excepto la enfermedad y el sueño. Lo psicodélico no conoce compraventa, lo onírico no tiene precio. Excepto para el traficante de drogas y el diván del psicoanalista, dos profesiones que han ayudado a tasar lo intangible. El viejo asunto de convertir lo ignoto en sagrado, y de administrarlo pecuniariamente. Dalí reconvierte la religiosidad campesina de las figuras paisaje de Millet, primero en algo edípico, después en cosa onírica. Avida Dollars. Siguiendo con Alaiz debemos convenir que, puesto que los cuadros valen más que el terreno del paisaje que retratan, ¿será necesaria una cierta plusvalía? Así, lo religioso, lo psicológico, lo onírico, convertidos en un nuevo pecunio.

Se pregunta Pepe Díaz Cuyas, por la rara traducción que de “land art”, ese nuevo paisajismo, se hace en castellano. “Arte de la tierra”, algo que nos remite inmediatamente a Friedrich, al romanticismo alemán, a la religiosidad de Gea, al templo de la tierra. Su propuesta de traducción, “arte del suelo”, está más cercana a los conceptos que, en la vía Alaiz, trabajamos: paisajismo como especulación del suelo.
Si convenimos que por mucho que los alemanes especulen con el suelo de Mallorca parecen dispuestos a pagar más por un Felanitx de Barceló -el pintor gusta de adherir al cuadro la propia tierra de los paisajes que pinta-, si convenimos que el templo de Timanfaya que Chillida quiere horadar en Canarias esta financiado con la perspectiva de las nuevas inversiones inmobiliarias alemanas, solo podemos concluir que el tal “Friedrich” se ha convertido en el más romántico nombre que pueda darse a una caja de ahorros o a un banco. ¿Qué diferencia existe entre la colección de líneas de horizonte del Pirineos de Richard Long que guarda la Caixa de Barcelona o la colección de líneas del Coto de Doñana de Carmen Lafón que guarda en Sevilla el Monte de Piedad? Cuando los pintores decidieron echarse al monte con el caballete y sacar la pintura de su estrecho marco nos advirtieron a su vez de la importancia de luchar siempre porque sus pinturas no fuesen desvirtuadas en su nuevo entorno. “Mantener siempre, aquí, en este estudio, mi Monte Victoria, solo con mirar a la montaña se ve el modelo, y se entiende la pintura”, escribió Cezanne. Por eso nos alerta Alaiz sobre las cámaras acorazadas donde acabarían encerrándose todos los paisajes, todas las pinturas. O pasarnos todos al bandidaje, al terrorismo y la delincuencia generalizada. Sigue Alaiz: en la Casa Cornelio, lugar de reunión de cenetistas y bolcheviques, en la que unos anarquistas granadinos, artesanos de la madera cuentan como estafan a millonarios americanos, uno de los destinatarios resultaría ser el Randolph Hearst de San Simeón, vendiéndoles auténticos artesonados mudéjares, labrados para que cada uno tenga su Alhambra, a base de simular la vieja carcoma cubriendo de tierra los labrados y rematándolos a perdigonazo limpio. Ian Hamilton Finlay, quizás el más importante “pleinarista” que queda en el arte al día de hoy, defiende sus paisajes como si de una base militar se tratara.

Recuerdo el consejo que daba el profesor de paisaje en la escuela de Bellas Artes de Sevilla. Según este, haber pasado el servicio militar era de gran utilidad para el pintor de paisajes. Los ejercicios con el mosquete, daban tal firmeza al brazo que podía el artista prescindir del muñón que daba “estabilidad” a su paisaje.

De las muchas discusiones que me unen a Quico Rivas, pegándonos a las barras de los bares, una pasa siempre por el feroz ataque de Quico a mis posiciones antimilitaristas. Básicamente defiende clásicos como aquel de no dejar el monopolio de la violencia al estado profesional y sus enemigos terroristas o alguno de los argumentos jacobinos de Rafael Sánchez Ferlosio en su Campo de Marte: la milicia popular como principal logro de la democracia. Uno mismo no hizo la mili, pero eso no es argumento para que le descalifiquen como pintor de paisajes. La militancia de Quico en la pintura de paisajes parte de la convicción de no dejar el género en mano de los pintores. Además, como escribió Baltasar Gracián: “Nunca bien venerará la estatua en el ara el que la conoció tronco en el huerto”. No se preocupen, el precio de estas paletas no supera el valor del paisaje que retratan.